El Rol del Facilitador: ¿Protector o “Papá” Organizacional?
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En el auge de modelos organizacionales como la autogestión, el rol del facilitador emerge como una figura central. Si nos sigues desde hace tiempo, sabrás que de hecho es lo que impulsamos desde la Escuela, ya que creemos que es la pieza fundamental de este cambio de paradigma. La labor del facilitador, a menudo intangible, levanta una pregunta crucial: ¿actúa como un protector del espacio, cultivando un entorno para el desarrollo autónomo, o corre el riesgo de convertirse en el papá de la organización, paternalista y controlador?
Agárrate, ¡que vienen curvas!
El Facilitador como Protector del Espacio: Creando las Condiciones para Florecer
Imagina un jardín: para que las plantas crezcan sanas y fuertes, necesitan un entorno cuidado. El jardinero no controla cada brote, pero sí prepara la tierra, asegura el riego adecuado y protege el espacio de amenazas externas. De manera similar, el facilitador como protector del espacio se enfoca en crear las condiciones necesarias para que las personas y los equipos puedan prosperar y autogestionarse.
- Sostiene el espacio para que las personas se hagan cargo de sus responsabilidades.
- Crea un entorno de confianza y seguridad psicológica donde cada persona puede brillar y dar lo mejor de sí.
- Genera espacios seguros donde las personas se sientan libres de expresar sus necesidades, emociones y tensiones.
- Ayuda a cambiar las relaciones entre las personas, no a cambiar a las personas en sí mismas. Se centra en el sistema para que las personas puedan sentirse integradas y desarrollarse al máximo.
- Evidencia la necesidad de autoridad cuando es preciso y ayuda a gestionar las conversaciones difíciles.
- Ayuda a hacer explícito lo implícito, creando espacios para que todo el sistema pueda verse y sentirse.
Para el facilitador, su objetivo es ayudar a las personas a encontrar su mejor versión dentro del sistema. Su rol es crear las condiciones para que las relaciones entre las personas puedan cambiar y ser un vehículo de desarrollo a nivel individual para alcanzar un propósito conjunto. Al sostener el espacio, el facilitador invita a la participación y se aleja de la directividad entendida como un acto de control.
Hasta aquí, más o menos lo podemos entender, ¿verdad? Vemos esta necesidad de ir del control a la confianza, del mocromanagment al sostenedor de espacios. Sin embargo, hay una trampa en la que podemos caer que no es tan evidente.
El Peligro de Convertirse en el "Papá" de la Organización: Cuando la Protección Sofoca el Desarrollo
Si bien la intención de cuidar y apoyar es valiosa, existe un riesgo latente de que el facilitador cruce una línea y se convierta en una figura paternalista, actuando como el “papá” de la organización. Esta dinámica puede tener consecuencias negativas para la autogestión y el desarrollo de la autonomía.
- No se trata de ser papá o mamá de las personas dentro de la organización.
- El facilitador no debe controlar el desarrollo de las personas ni pensar que puede hacerlo.
- Existe el peligro de que todo tipo de liderazgo, incluyendo el servicial de un facilitador, desemboque en un liderazgo paternalista, donde ante cualquier problema se recurre al facilitador para que diga qué hacer.
- Esto puede poner un techo al desarrollo de las personas, generando una dependencia reactiva donde se espera que el facilitador siempre ofrezca la ayuda necesaria.
- Se puede caer en la tentación de “edulcorar” u “omitir” ciertas cosas, sobrecargándonos de responsabilidades que no nos corresponden, quitándole la oportunidad a la otra persona, también adulta, de hacerse cargo.
- Tampoco es el rol del facilitador ser el psicólogo o la psicóloga de las personas. El foco debe permanecer en las relaciones dentro de la organización, no en el cambio individual de las personas.
El Equilibrio Esencial: Habilidades y Actitudes del Facilitador Efectivo
El facilitador efectivo navega por este delicado equilibrio manteniendo ciertas habilidades y actitudes clave:
- Escucha activa y profunda, buscando comprender las necesidades y perspectivas de cada persona.
- Conexión con el propósito de la organización, inspirando al equipo hacia un objetivo común.
- Comunicación clara y transparente, fomentando el diálogo abierto y honesto.
- Gestión constructiva de conflictos, viéndolos como oportunidades para el aprendizaje. El facilitador ayuda a las personas a aprender a relacionarse de forma diferente, a veces actuando como árbitro, coach o acompañante.
- Empoderamiento del equipo, delegando responsabilidades y confiando en la capacidad de las personas para autogestionarse. El facilitador trabaja para que su rol sea cada vez menos necesario, creando una empresa que no lo necesite.
- Celebración y reconocimiento de los logros del equipo, tanto individuales como colectivos. El reconocimiento debe ser tanto tangible como intangible, valorando a las personas más allá de la tarea.
- Osadía para cuestionar el status quo y proponer nuevas formas de hacer las cosas.
- Capacidad de adaptación y de entender el lenguaje específico de cada empresa para adaptar las herramientas de facilitación.
- Conciencia de los peligros como el paternalismo y la tendencia a controlar, trabajando activamente para evitarlos.
- Reconocer que no se trata de cambiar a la persona, sino de cambiar las relaciones.
En conclusión, el facilitador efectivo es un protector del espacio, un arquitecto de las condiciones que permiten la autogestión y el florecimiento de las personas dentro de la organización. Se aleja del rol paternalista, confiando en la capacidad de los individuos y los equipos para tomar sus propias decisiones y aprender de sus experiencias. Su labor es la de guiar y acompañar, sembrando las semillas de la autonomía y la colaboración para construir un futuro del trabajo más humano y eficiente.
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